miércoles, 3 de marzo de 2010

De vuelta en Menorca

Al final no perdimos el avión de vuelta, y mamá me tuvo que dar el biberón mientras embarcábamos, ya que me entró el hambre inesperadamente y amenacé con montar un pollo delante de todos los pasajeros si no era alimentado inmediatamente. Desde hace unos 15 días echo bastante después de comer, y eso fue exactamente lo que hice, ponernos de leche hasta arriba tanto mamá como yo. Me pasé casi todo el viaje quejándome hasta que comenzamos a sobrevolar Mallorca, entonces me tranquilicé y me dormí; ya estábamos a punto de llegar.

En el aeropuerto nos esperaba papá, que había vuelto en barco con el coche cargado hasta arriba un día antes. Al llegar a casa, mamá se puso un poco nerviosa, la encontraba muy húmeda, fría, inadecuada para mí, y sobre todo explotó toda la tensión que sentía por haberse separado de la abuela. Se pasó llorando hasta la hora de comer, qué exageradilla!

Y los días fueron transcurriendo lentamente. Noviembre fue un mes buenísimo en cuanto al tiempo climático, pudimos ir cada día a pasear, y una mañana me llevaron a Macarella. Me gustó mucho la bajada hasta la playa por un camino que recorría el bosque, miraba los árboles alucinado, nunca había visto tanta vegetación junta!

Por otro lado, papá y mamá intentaban habituarse, con poco éxito, a la nueva vida. Papá estaba como apático, mamá muy nerviosa, y todos los días se peleaban. Sus sombras habían salido a la luz y era la primera vez que se veían de este modo el uno al otro. Mamá fue a visitar al psiquiatra, que le puso el tratamiento para su depresión postparto, y papá se iba casi cada día a pasear solo.

La buena noticia es que mis cólicos fueron desapareciendo a partir de entonces, y nos sentimos los 3 un poco mejor, pero sobre todo yo!

Al llegar a Menorca empecé a asistir con mamá a las clases postparto que daba la matrona, pude conocer a los otros niños que antes estaban en las barrigas de sus mamás como yo, y a la matrona, de la que había escuchado la voz muchas veces ya. Mamá tenía miedo de que me diera un cólico durante la clase y tener que salir corriendo, pero en ningún momento sucedió. Me gustó mucho conocer a Eric, el hijo de Pere y Anna; es muy sueco! En clase me lo pasaba muy bien, estiraba mi cuellecito y lo miraba todo y a todos. Estoy realmente interesado en todo lo que me rodea, y cambiar de sitio me entretiene mucho. En Ciutadella le dicen a mis padres "xoroa molt"; vamos, que soy un cotilla.

Cuando cumplí 2 meses me llevaron a la revisión con la pediatra y me pusieron las primeras vacunas; mamá ha decidido que me pusieran también la Prevenar, y al pincharme he llorado, claro, pero por suerte no me han dado ningún tipo de reacción. Soy más fuerte de lo que todos piensan! La pediatra me encuentra muy lindo, como dice ella, y estoy creciendo y engordando muy bien. El único problema es que estoy un poco escocido en las ingles, y mamá me ha comprado una crema de Avene que se llama pasta al agua. A veces también me la pone en el cuello, ya que se me enrojece de tanto echar.

Ya estoy aquí

Y es que mamá ha empezado a trabajar hace ya casi un mes, y no tiene tiempo para escribir en su blog, así que ya que soy un bebé tan listo y tan despierto, yo mismo os contaré qué ha pasado desde que cumplí mi primer mes de vida.

¿Dónde lo habíamos dejado...? Ah, sí, papi acababa de llegar de Menorca a Madrid, tenía muchos planes de "rodar por la península", como él dice, pero mamá estaba agotada y yo era muy chiquitín para andar muchas horas metido en un coche; así que papá y mamá discutieron bastante, no había forma de que se entendieran, y estaban todo el día, y toda la noche, enfadados. Mamá lloraba, papá no entendía a qué tantas penas y dificultades, y yo seguía con mis dolores de barriga y mis nervios de punta.

Vinieron a verme Ana, la prima de mamá que es comadrona, y sus hijas, que son unas niñas muy majas. Ana aportó mucha luz sobre "mi caso". Lo primero que hizo fue prestarle a mamá un montón de libros sobre crianza, y la enseñó a hacerme el masaje abdominal para aliviar gases. Todos los días mamá me lo hacía dos veces, por la mañana cuando me vestía y por la noche después de bañarme. Eso unido a que empezaron a bañarme en la Tummy Tub (que había traído papá en el coche desde Menorca) hizo que empezara a mejorar un poquito.

Mamá también bajó de internet unos sonidos "intrauterinos", y cuando empezaba el cólico, se encerraba conmigo en la habitación con las luces apagadas y esos sonidos de fondo, y mientras me abrazaba muy fuerte me decía "llora cariño, saca todo lo malo fuera".

Por fin pude llorar a gusto, después quedaba extenuado y me dormía. Así y todo, mi récord de permanencia en la cuna seguía siendo de 13 minutos, así que casi siempre dormía abrazado a mamá, por la noche, o a la abuela, en las siestas de la tarde.

Al final no rodamos por la península tanto como papá hubiera querido; apenas rodamos por el lago de la Casa de Campo un par de tardes y por los polígonos comerciales de Alcorcón, que papá y mamá querían comprar un ordenador nuevo. También fuimos algunos días a Carrefour. Yo no quería más, sinceramente, me llevaban colgado en la mochila contra su pecho, casi siempre papá, y me quedaba dormido enseguida. Por fin lo habían entendido, yo necesitaba su contacto.


Cuando cumplía 1 mes y medio, volvimos los 3 a Menorca. Mamá lloraba mucho porque se separaba de la abuela, y ahora la tocaba ser madre de verdad, sin ayudas, y entre el canguele que le entró y la pena por la separación, lloró a base de bien. Por cierto, casi perdimos el avión! Suerte de la tía Ana, que muy eficientemente y manteniendo la calma en todo momento nos acompañó hasta el control de la guardia civil nada menos. Luego mamá iba por la T-4 medio corriendo conmigo pegado en la mochila diciéndome que si perdíamos el avión, pues lo habíamos perdido, que ya nos iríamos mañana o cuando fuera. No se lo digáis, pero yo creo que a mamá no le habría importado nada perder aquel avión, jejeje...






lunes, 23 de noviembre de 2009

El primer mes de Adrián

Y es que, a pesar de que ya ha cumplido dos, no he tenido ni tiempo ni ganas de escribir. Adrián tuvo una entrada en la vida que yo calificaría como de "heavy metal".

Apenas llevábamos dos días en casa cuando comenzaron los cólicos; la cosa es que no eran los cólicos "al uso", es decir, al atardecer o anochecer, sino cólico por la mañana, por la tarde y por la noche. Podía pasarse fácilmente dos horas seguidas llorando; varias veces al día. Fue agotador física y emocionalmente. La impotencia que sientes es tan grande que te rompes. Mi madre decía que era un niño hipersensible, muy nervioso, y apenas sabíamos qué hacer para calmarle. Nos lo pasábamos la una a la otra, lo llamábamos el "cambio de brazos" porque veíamos que a veces funcionaba y se calmaba un rato. A menudo llegaba la siguiente hora de comer y como aún lloraba, no sabías ya si era de hambre, de dolor o de qué. Incluso me daba miedo darle el biberón otra vez por si eso le ponía peor aún. Fuimos probando de todo y por su orden:

  1. Cambiamos la leche a la versión Digest AC/AE
  2. Le preparábamos biberones de Blevit Digest(con hinojo y manzanilla)
  3. Comenzamos a darle Colikind (homeopatía)
  4. Después pasamos a darle Aerored en gotitas
  5. Como no funcionaba, pasamos al Entero Silicona
  6. Cambiamos la bañera normal por la Tummy Tub
  7. Mi prima Ana, la matrona, me enseño a hacerle masajes abdominales, en concreto el de las agujas del reloj alrededor de su ombligo, el I Love You y simplemente "manos que reposan" cuando estaba muy nervioso.
  8. Me descargué una música que se llama "dentro del útero" y que es en teoría lo que los bebés oyen cuando están en nuestra barriga. Cuando empezaba el cólico me encerraba con él en la habitación, casi a oscuras y le mecía mientras escuchábamos aquello.
  9. Y algo que funcionaba bastante bien era no intentar que el bebé se callara a toda costa. si partimos de la base que el cólico tiene un componente nervioso muy importante, y que su función es descargar toda la tensión acumulada durante el día, yo simplemente le abrazaba y le decía "llora cariño, sácalo todo fuera". Así, Adrián lloraba con fuerza y apenas 5 minutos después caía rendido y dormido.
La lactancia materna fue mixta desde el principio, ya que en el hospital le daban bastantes biberones para que ganara peso. Yo comencé a sacarme leche ya allí y al llegar a casa seguía pero cuando empezaron los cólicos, mis nervios de punta y el poco tiempo que quedaba para sacarse leche, fue convirtiéndose en algo cada vez más difícil; tardaba como 45 minutos en sacarme 60ml de leche, y cada vez tenía menos; me aconsejaron que me sacara leche 8 veces al día, eso eran... 6 horas sacando leche. Sencillamente inviable. Así que a los 15 días dejé de sacarla y la lactancia pasó a ser exclusivamente artificial. Me dolió en el alma, tanto que había hablado yo de la lactancia materna, y ala, a la mierda a las primeras de cambio.


Juan volvió al trabajo en cuanto llegamos del hospital y apenas paraba por casa. Si no es por mi madre, no sé qué habría sido de mí, ya que peleé y peleé con él lo que no está escrito. Nos enfrentábamos continuamente por las tonterías más grandes, y además a mí me parecía que estaba completamente inmerso en su trabajo y no en nosotros, en la familia que acabábamos de crear. En fin, de pesadilla total.



Y bueno, de dormir ya ni hablamos; récord de estancia en su cuna, 13 minutos. Así que nos encatrinábamos con él en las siestas y por la noche. Esto se llama colecho; al principio no pegaba ojo, pero con el tiempo me he acostumbrado a dormir abrazada a él, y aunque estás en un estado como menos dormida, terminas descansando igualmente. Y él aguanta muchas más horas dormido si está conmigo que si está solo en su cuna. Por otra parte, es muy bonito sentir su respiración, sus manitas que te tocan la cara en mitad de la noche, y cuando comienza a despertarse porque tiene hambre te das cuenta enseguida y no hace falta que se ponga a llorar.


Así las cosas, empecé a consumirme, pensaba que no servía para ser madre, que cómo se me había ni pasado por la cabeza tener un hijo, que aquello iba a terminar fatal, etc... Me sentía culpable, me sentía inútil, me sentía agotada. Perdí por completo el apetito, comía porque había que hacerlo, perdí el sueño a pesar de no poder con mi alma, tenía permanentemente un nudo en el estómago y el corazón parecía que se me iba a salir del pecho. Me dolía la espalda a rabiar. Me sentía incapaz de hacerme cargo de mi nueva situación. Estaba convencida, yo no servía para ser madre. De los 6 kilos que había engordado en el embarazo, en mi primer mes como mami ya había perdido... 11. Otra cosa no, pero me estoy quedando estupenda, jejeje.

Me diagnosticaron depresión postparto. Yuju. Comencé a tomar un antidepresivo, y a los pocos días empecé con crisis de ansiedad también. Superyuju. Una tarde tuve que ir a urgencias al ambulatorio con una buena crisis, me dieron un alprazolam debajo de la lengua y me acostaron media hora, con la orden "olvídate del mundo". Volví a casa como nueva.

Como mi madre tenía que volver a Madrid, Juan seguía sin pedir el permiso de paternidad y Adrián seguía igual, yo estaba aterrada, pensé que no podría hacerme cargo yo sola del bebé en ese estado y que iba a terminar completamente loca. Me sentía muy sola, y mi madre me sugirió que me fuera a Madrid unas semanas con ella; al principio le dije que no, que mi sitio estaba en Menorca porque allí estaba Juan, el padre de mi hijo; pero visto que él no nos hacía mucho caso que digamos, decidí pensar en mí ante todo, ya que el hecho de que yo estuviera mejor ayudaría a Adrián. Y decidí irme con mi madre 3 semanas a casa de mis padres, al barrio donde he crecido, con mis hermanos, mi familia, mis amigas de siempre. En Menorca, aunque llevo 5 años viviendo, apenas conozco gente.

Cuando Adrián tenía 25 días nos fuimos a Madrid mi madre, Adrián y yo. Allí le conocieron sus tíos, las cuñadas, mis amigas, etc... Y el día que cumplía un mes, llegó su padre de Menorca.



lunes, 5 de octubre de 2009

Estancia en el hospital

Pues aquí estoy otra vez, dispuesta a seguir relatando los primeros días de Adrián en este mundo y de Joan y yo como padres.

Adrián fue llevado al nido como ya conté a los 3 cuartos de hora de haber nacido, pero en ningún momento estuvo en incubadora, sino en una cunita solitaria en mitad del dichoso nido, con una enfermera en la habitación contigua que solía estar más pendiente del ordenador que del bebé. Así estuvo 48 horas, desde el momento en que nos dijeron que los padres podíamos ir a verle siempre que quisiéramos, ya os imaginais todos, Joan y yo nos trasladamos a "vivir" al nido en sendas butacas y teníamos a Adrián en brazos prácticamente todo el tiempo, le dábamos los biberones, le cambiábamos los pañales e incluso a mí me dejaron bañarle la primera mañana.

La lactancia materna fue una auténtica pesadilla, tuve que escuchar todo tipo de gilipolleces (con perdón): que mis pechos eran demasiado grandes, mis pezones demasiado cortos, que mi hijo no tenía desarrollado el reflejo de succión (cuando succionaba los biberones como un campeón), y lo mejor de todo, que mi hijo era un vago porque prefería los biberones. Lo más irónico e indignante fue que le habían enchufado un biberón a la media hora de llegar al nido, a las 6 horas le habían dado otro, el cuál el pobre niño vomitó, y de resultas de esto, le habían hecho un lavado de estómago por si tenía "restos de parto". Todo esto sin decirnos ni una sola palabra a los padres. Para colmo le estaban poniendo chupete también, que cuando lo vi les dije que se lo llevaran inmediatamente. Pero no, según las enfermeras el problema eran mis pechos, demasiado grandes y mis pezones demasiado cortos.

Me lo ponía al pecho con 2 ó 3 enfermeras observando cada uno de nuestros torpes movimientos, las tenía bien encima, me ponían muy nerviosa porque me estrujaban los pechos para que saliera calostro, me estiraron de los pezones, en suma, veía las estrellas, y un momento o acto de amor como es el alimentar a tu hijo se convertía en una auténtica guerra con el bebé llorando como loco porque le aplastaban la cabecita contra mi pecho, le abrían la boca a la fuerza, y yo estaba más tensa que un palo. Visto el éxito, en cuanto tuve la subida de la leche, hacia el tercer día, pedí un sacaleches y comencé a extraerla para dársela en biberón por lo menos.

Al tercer día también nos dijeron que ya podía salir del nido pues estaba ganando peso, pero que continuábamos ingresados porque ahora tenía ictericia, y había que darle sesiones de fototerapia de 24 horas. Lo que hicimos fue llevarnos la cunita a la habitación con las lámparas de fototerapia, y así estuvimos día y NOCHE no 24 horas, sino 48. Nos daba muchísima pena ver al bebé medio desnudo, sólo con el pañal, y un antifaz, solito en medio de la cuna tomando los rayos UVA aquellos. Por menos de nada el antifaz se movía y se le quedaban los ojos al descubierto. Joan y yo no dormíamos nada, vigilando continuamente que no se le subiera el antifaz a la frente.

En el hospital lo pasamos francamente mal, en primer lugar porque estábamos deseando volver a casa pero no había manera, cada mañana cuando visitaba el pediatra, que por cierto le han llegado a ver 3 distintos y cada uno con sus criterios e ideas completamente diferentes al anterior, salía algo nuevo y ese día tampoco podíamos irnos. Compartir habitaciones minúsculas es verdaderamente incómodo, entre las 2 camas, las 2 cunitas, y las 2 butacas de acompañante, prácticamente no se podía pasar. Sumado a las visitas que recibían nuestras compañeras de habitación (una tarde llegamos a ser 13 personas!!!) aquella situación era de locos.

Así que al 6º día, cuando llega la 3ª pediatra en cuestión y nos dice que el bebé ya tiene los niveles de bilirrubina normales, que ha respondido muy bien a la fototerapia, pero que nos quedemos 24 horas más en observación, le dije que tururú, que se quedara ella si quería, y firmamos el parte de alta voluntaria, no sin antes tener que escuchar su reprimenda y su intento de meternos miedo por si le pasaba algo al niño. Lo que ella no sabía era que yo no estaba tomando esa decisión a lo loco, había hablado con bastantes familiares médicos y sabía que una vez que los niveles de bilirrubina en sangre comienzan a descender, es muy improbable que vuelvan a subir. Así que como llevaban 2 días bajando y además estaban dentro de la normalidad, au revoir al hospital Mateu Orfila de Mahón.

Nos fuimos con tantas ganas y prisas que Joan se dejó un tiesto en lo alto de la carrocería del coche, y arrancamos con él encima. Cuando llegamos a la carretera general nos acordamos del tiesto, pero Joan dijo que seguro que se había caído por ahí y que no quería dar la vuelta para buscarlo. En ese momento vemos caer el tiesto de la discordia por la luna de detrás, y claro, le hice parar y recoger el maltrecho kalanchoe que me había regalado una compañera de trabajo y que me encantaba.

Tres cuartos de hora más tarde llegábamos a Ciutadella, no podíamos creer que ya estábamos en casa, y a mí me sucedió algo verdaderamente sorprendente: los 5 días que estuve en el hospital tuve los tobillos y los pies tan hinchados que no me podía ni abrochar las sandalias, y eso que paseaba arriba y abajo continuamente para que bajara el edema, pero nada. Pues fue llegar a mi casa, y en dos horas ya tenía los pies como siempre. Increíble, verdad?